Conjeturas II
Tu voz nuevamente ha perforado
los umbrales del silencio y la distancia
que perennemente habita en nuestro espacio,
liberando libélulas al vuelo onírico
que entre la noche seduce inevitable
los sortilegios mágicos y ocultos,
símbolos extraños que deforman
esa imagen de una luna que converge
suavemente con el tacto del agua
que habita solitaria en el estanque...
-Una sombra de luz provoca en mí
las ansias nuevamente de observarte,
dormida entre los bosques de mis sueños
y recostada sobre aquellos madrigales
que poseo sin ser yo su único dueño,
y descubro en tu figura intacta
la simbiosis perfecta que habita entre tus ojos
y los versos que de aquel Bécquer
se han tatuado ya corteza adentro,
indelebles en los pliegues ásperos del alma.-
La luna...
-Tu voz iridiscente y suave me penetra
la coraza insípida hecha de ayeres sin un canto,
derribando grises claro oscuros que ha dejado
el llanto; tu voz... mítica antesala de tu aliento
acercándose marea adentro-.
Tu voz...
Esa imaginaria diosa que al sueño
no concilia ni da tregua, delimita pupila adentro
las historias de mis viajes surreales a tu encuentro,
creando en el lado oculto de la luna ese rincón pequeño
- que se devela antes de llegar la luz del primer lucero
que habita la mañana-, donde tu imagen precisa
se transforma de oscuro silencio en suave brisa,
y tu voz, tu voz... la mar extensa donde solo yo soy marinero.
los umbrales del silencio y la distancia
que perennemente habita en nuestro espacio,
liberando libélulas al vuelo onírico
que entre la noche seduce inevitable
los sortilegios mágicos y ocultos,
símbolos extraños que deforman
esa imagen de una luna que converge
suavemente con el tacto del agua
que habita solitaria en el estanque...
-Una sombra de luz provoca en mí
las ansias nuevamente de observarte,
dormida entre los bosques de mis sueños
y recostada sobre aquellos madrigales
que poseo sin ser yo su único dueño,
y descubro en tu figura intacta
la simbiosis perfecta que habita entre tus ojos
y los versos que de aquel Bécquer
se han tatuado ya corteza adentro,
indelebles en los pliegues ásperos del alma.-
La luna...
-Tu voz iridiscente y suave me penetra
la coraza insípida hecha de ayeres sin un canto,
derribando grises claro oscuros que ha dejado
el llanto; tu voz... mítica antesala de tu aliento
acercándose marea adentro-.
Tu voz...
Esa imaginaria diosa que al sueño
no concilia ni da tregua, delimita pupila adentro
las historias de mis viajes surreales a tu encuentro,
creando en el lado oculto de la luna ese rincón pequeño
- que se devela antes de llegar la luz del primer lucero
que habita la mañana-, donde tu imagen precisa
se transforma de oscuro silencio en suave brisa,
y tu voz, tu voz... la mar extensa donde solo yo soy marinero.
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